sábado, 1 de marzo de 2014

ESPINOS, TATUAJES Y VISITAS NO DESEADAS.

(un petirrojo en la rama de un majuelo)

 
Es curioso cómo las historias echan raices y florecen cuando menos te lo esperas.

Hace mucho, mucho tiempo, cuando era un niño, lei una historia de Miguel Delibes llamada " El matacán del majuelo" incluida en sus "Viejas historias de Castilla la Vieja.". No recordaba lo que era un majuelo, más allá de un tipo de árbol, pero sí lo que era un matacán: una suerte de liebre salvaje según describe Delibes.

“El matacán del majuelo del tío Saturio llegó a ser una obsesión en el pueblo. El matacán, como es sabido, es una liebre que se resabia y a fuerza de carreras y de años enmagrece, se la desarrollan las patas traseras, se la aquilla el pecho y corta el viento como un dalle. Por otra parte, la carne del matacán no es codiciada, ya que el ejercicio la endurece, el sabor a bravio se acentúa y por lo común no hay olla que pueda con ella. Esto quiere decir que el afán por cazar el matacán no lo inspiraba la apetencia de la presa sino que era una simple cuestión de amor propio. La liebre aquella se diría que tenía inteligencia, y sabedora que en el pueblo había buenos galgos, encamaba siempre en el majuelo del tío Saturio. De esta forma, cuando el galguero la arrancaba, sus fintas y quiebros entre las cepas le daban una ventaja inicial que luego incrementaba en el Otero del Cristo, ya que las liebres, como es sabido, corren mejor cuesta arriba que cuesta abajo. El matacán regateaba muy por lo fino y así que alcanzaba las pajas de la vaguada podía darse por salvada, ya que las laderas del Otero del Cristo la conducían al perdedero y, en fin de cuentas, a la libertad. De otro lado, si el Antonio o el Norberto le acechaban con la escopeta, el matacán se reprimía si el majuelo tenía hoja o se arrancaba largo si no la tenía, y en uno u otro caso, tanto el Antonio como el Norberto siempre erraban [...]“

Aparte de la curiosidad de que no existe acepción de la palabra "matacán" en el diccionario de la RAE que se refiera a ninguna liebre (antes bien es una construcción que se sitúa en lo alto de una muralla) la belleza de la palabra "matacán" me acompañó desde entonces de manera que nunca olvidé la historia de "El matacán del majuelo".


Pasaron varios años hasta que hace unos meses, recién estrenada la página de Facebook de "Reyes de aire y agua" una chica colgó en nuestro muro un enlace que me pareció muy inconveniente y desconsiderado. No porque fuera maleducado (si es que no lo es presentarte sin invitacion y con malos modos) sino porque venía a soltar un link contra el sufrimiento animal que, uno podía o no suscribir, pero que no tenía nada que ver con nuestra página. Por ende a mi, que soy amigo de las buenas maneras me molestó completamente que no hubiera un saludo, ni una explicación, ni unas palabras fuera de corta/pegar un video muy desagradable y un "ahí queda eso", seguramente lleno de buena intención pero de horribles modales.
Me irritó mucho pero no me gusta borrar ningún comentario de las páginas o blogs que tengo: al fin y al cabo, cuando uno se muestra en público, encuentros afortunados y desafortunados van en el sueldo.
De todas formas tampoco me parecía que una cosa así debiera quedar sin reprimenda y, como particular agradecimiento por presentarse en nuestra casa sin ser invitada escribí para aquella chica la historia de una joven que se presenta en el Castillo de No sin ser invitada y la recepción que la Reina hizo de ella.
Esa historia dio luz sobre los espinos blancos que crecen alrededor del castillo que son famosos por su crueldad y terrible aspecto.

Y hace muy poco tiempo, dos amigas (tatuadora y tatuada) compartieron con nosotros el tatuaje de un majuelo que una de ellas se había dibujado en la espalda.

¡Un majuelo! -pensé- pero ¿quién conoce hoy en día lo que es un majuelo? Me vino a la cabeza de inmediato mi historia del matacán y tras tantos años con aquello en la cabeza me decidí a averiguar lo que era un majuelo. Y ¿qué era, entonces? Nada sino ¡una variedad de espino blanco! Como los que la Reina del Castillo de No siembra para su placer alrededor de las murallas.

No es de extrañar el gusto de la Reina por los espinos blancos. De hecho, el primero de ellos, al que hace referencia esta historia fue plantado en la puerta del castillo, un majuelo, del que la reina gusta de tomar sus hojas en infusión porque (ved cómo las historias se retuercen y vuelven sobre si mismas y tienen mucha más verdad de la que nosotros mismo entrevemos) la infusión de hojas de espino blanco son utilizadas entre otras aplicaciones para paliar las dolencias del corazón.

Así que aquí teneis una historia que comenzó cuando yo era niño, y floreció 30 años después, regada por una visita inconveniente y un hermoso tatuaje.
Si la reina del castillo tiene o no tatuado un majuelo a la altura del corazón, esto no lo sabemos.

Disfrutadlo, y recordad que cuando entrais en un lugar sin ser invitados la gracia y la desgracia juegan con las mismas cartas.


Dedicado a Fanny, que hizo el tatuaje, a Fay, que lo lleva con gran belleza, y a una dama a la que deseamos que aprenda cortesía de forma contundente.



"Una vez, en el Castillo de No, logró entrar una joven con dalias en el pelo y jazmines en la mano. ¿Cómo lo logró? Esto no se cuenta, pero apenas llegó a la gran sala donde todos rumiaban la insípida comida, comenzó a sonreir y a regalar flores a quien quería aceptarlas. Esto irritó muchísimo a la reina, que haciéndola prender la trajo a su presencia y le dijo:
-Así como ciertas criaturas aguardan en el umbral a que se las invite a pasar, veo que igualmente otras lo traspasan sin ser invitadas. Y trayendo las manos cargadas de buena intención sin saber si sus regalos serán bien recibidos, los reparten creyendo hacer un bien. Pero el mundo es un lugar lleno de peligros, y se arriesga quien llama a puertas desconocidas siguiendo su propio impulso; pues si tal vez por azar puede ser bien recibido, también puede sin advertirlo tener un desafortunado encuentro.
No nos gustan las flores aquí, salvo las que están secas. Su perfume nos lagrimea los ojos y nos arruga el gesto. También tú llorarás como nosotros, y así te devolveremos tu regalo, pero no seremos crueles contigo. Sembraremos un espino por cada flor que trajiste y no más agua que tus lágrimas tendrá para su pujanza. Y cuando el último brote haya sido escupido por la tierra, tendrás las puertas de este lugar abiertas para marcharte si quieres.
-¡Pero lo que pides es imposible! -gritó la muchacha- Aún llorando día y noche ¿cómo lo conseguiré? Decenas de flores traje envueltas en ramillete.
-En eso nosotros te ayudaremos -contestó la reina con dulzura- pues motivos de llanto te daremos para que no cese el caudal. Así podrás volver cuanto antes a tu casa. -Y sonrió, porque la Reina se complacía en retorcer la crueldad hasta hacerla pasar por compasión, como le pasa a todas las inteligencias que se marchitan con la envidia y el odio.

Entonces llevaron a la muchacha a una mazmorra cuya única luz era una claraboya que iluminaba un gran tiesto con tierra. Y la reina decretó que los carceleros la ayudaran e hicieran cuanto estaba en su mano para aliviar pronto su castigo, a lo que se aplicaron devotamente, de forma que durante mucho tiempo los gritos se oyeron en el castillo día y noche, y hacían estremecer incluso a los corazones más curtidos.

Tanto complació esto a la reina que lo tomó por un castigo habitual, y los Espinos de Lágrimas del Castillo de No alcanzaron fama, pues eran de aspecto excepcionalmente cruel y retorcido. Con retorcidos tallos y retorcidas espinas, y si se los plantaba al aire libre las criaturas pequeñas quedaban enredadas en ellos y morían; y contaban que si la criatura podía llorar, el espino lo apretaba hasta que brotaban las lágrimas hasta su tallo.

Pero la reina guardó para sí el primer brote, e hizo que muchos desafortunados lo regaran en abundancia hasta que se convirtió en un arbusto enorme que plantó a las puertas del castillo como advertencia para aquellos que penetran en lugares oscuros sin ser invitados."




 

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