martes, 22 de abril de 2014

El Baile del Oso



Estaba escuchando esta canción de Skyforger después de una conversación con mi amigo Sergio Mars, y me ha venido a la cabeza esta otra canción, cantada por un chico y una chica, en la que ella quiere entrar a bailar en la fiesta del Baile del Oso y él no quiere porque piensa que van a despreciarlos.

A veces en la vida te sientes como si hubieras llamado a la puerta de demasiados bailes, y lo importante no es en cuantos bailes has bailado, sino cuanto te quieren las personas que bailan contigo.

Así que dadnos calorcillo a los pequeños escritores y editoriales que nos quedamos fuera de los bailes grandes, que también tenemos nuestro corazoncillo.
Si vosotros aplaudis, nosotros seguiremos bailando.




EL BAILE DEL OSO

Ella:      Oye mira, hay una fiesta.
Oye mira, hay una fiesta.
Ven, entremos a bailar.

El:        Si hubiesen querido invitarme,
si hubieran querido ver mi danza
sin duda me habrían invitado.

Ella:      Mira, hay guirnaldas y rostros sonrientes.
Mira, las muchachas llevan cintas:
Tómame de la mano.

El:        Si te diera un beso sin que tu me lo pidieras,
sin que tú me miraras con ojos de deseo
enseguida pondrías un mohín retorcido.

Ella:      Oye, no tienes que besar a nadie.
Oye, no tienes que besar a nadie
sino excepto, tal vez, a mi.

El:        Deja el baile, luz de la tarde.
Deja el baile, fresa jugosa.
No somos lo bastante opulentos para entrar a bailar.

Ella:      Tus ojos tienen el brillo del agua clara.
            Los míos son polvo de canela.
            Ven y déjate admirar.

El:        Para sus ojos somos dos vagabundos.
            Para sus ojos, nuestros zapatos están manchados.
            Es una fiesta de zapatos relucientes.

Ella:      A todos los muchachos les gusta ser invitados.
            A las muchachas les gusta sus vestidos nuevos mostrar.
            Para los que no tienen zapatos con hebillas es difícil entrar.

El:        Nunca vestiré ceñidores de plata.
            Nunca cogeré mi pelo con un aro dorado.
            Caerá mi canto solitario entre el centeno.

Ella:      Hermoso es cantar ante una gran audiencia.
            Hermoso es el triunfo: por azar o talento.
            Ven, súbete aquí y canta ahora.

El:        Otros cantaron peor y hay rencor en mi garganta.
            Otros cantaron peor y los invitaron al baile.
Se enrojecen mis nudillos de llamar a las puertas.

Ella:      El mundo está loco, si eso te aflige, deja de cantar.
            Los besos que tienen que pedirse saben a carbón en la boca.
Si te duele la mano en la puerta, mejor dejar de llamar.

El:        Plumón de oca, si aún bailas, para ti he de cantar.
            Vellón de oro, en verdad estoy triste:
            Me gustaría que mi fama corriese como el viento.

Ella:      Eres un niño que quiere ser complacido.
            Te apenas si los demás no escuchan
            o escuchan a otro.

El:        Todo eso es cierto, mas ¿no tengo razón?
            Todo eso es cierto ¿dirás que miento?
            Es más grato cantar a los rostros que a las espaldas.

Ella:      Aquí tienes mi espalda, no dirás que no es hermosa.
            Aquí tienes mi espalda, descubierta de pieles.

            Ven y tómame de la cintura.


Córdoba. Medianoche. 22 de Abril.