Estaba escuchando esta canción de Skyforger después de una conversación con mi amigo Sergio Mars, y me ha venido a la cabeza esta otra canción, cantada por un chico y una chica, en la que ella quiere entrar a bailar en la fiesta del Baile del Oso y él no quiere porque piensa que van a despreciarlos.
A veces en la vida te sientes como si hubieras llamado a la puerta de demasiados bailes, y lo importante no es en cuantos bailes has bailado, sino cuanto te quieren las personas que bailan contigo.
Así que dadnos calorcillo a los pequeños escritores y editoriales que nos quedamos fuera de los bailes grandes, que también tenemos nuestro corazoncillo.
Si vosotros aplaudis, nosotros seguiremos bailando.
EL BAILE DEL OSO
Ella: Oye mira,
hay una fiesta.
Oye mira, hay una fiesta.
Ven, entremos a bailar.
El: Si hubiesen
querido invitarme,
si hubieran querido ver mi danza
sin duda me habrían invitado.
Ella: Mira, hay
guirnaldas y rostros sonrientes.
Mira, las muchachas llevan
cintas:
Tómame de la mano.
El: Si te diera
un beso sin que tu me lo pidieras,
sin que tú me miraras con ojos de
deseo
enseguida pondrías un mohín
retorcido.
Ella: Oye, no
tienes que besar a nadie.
Oye, no tienes que besar a nadie
sino excepto, tal vez, a mi.
El: Deja el
baile, luz de la tarde.
Deja el baile, fresa jugosa.
No somos lo bastante opulentos para entrar a bailar.
Ella: Tus ojos
tienen el brillo del agua clara.
Los míos
son polvo de canela.
Ven y
déjate admirar.
El: Para sus
ojos somos dos vagabundos.
Para sus
ojos, nuestros zapatos están manchados.
Es una
fiesta de zapatos relucientes.
Ella: A todos los
muchachos les gusta ser invitados.
A las
muchachas les gusta sus vestidos nuevos mostrar.
Para los
que no tienen zapatos con hebillas es difícil entrar.
El: Nunca
vestiré ceñidores de plata.
Nunca
cogeré mi pelo con un aro dorado.
Caerá mi
canto solitario entre el centeno.
Ella: Hermoso es
cantar ante una gran audiencia.
Hermoso es
el triunfo: por azar o talento.
Ven, súbete
aquí y canta ahora.
El: Otros
cantaron peor y hay rencor en mi garganta.
Otros
cantaron peor y los invitaron al baile.
Se enrojecen mis nudillos de
llamar a las puertas.
Ella: El mundo
está loco, si eso te aflige, deja de cantar.
Los besos
que tienen que pedirse saben a carbón en la boca.
Si te duele la mano en la puerta,
mejor dejar de llamar.
El: Plumón de
oca, si aún bailas, para ti he de cantar.
Vellón de
oro, en verdad estoy triste:
Me gustaría
que mi fama corriese como el viento.
Ella: Eres un niño
que quiere ser complacido.
Te apenas
si los demás no escuchan
o escuchan
a otro.
El: Todo eso es
cierto, mas ¿no tengo razón?
Todo eso es
cierto ¿dirás que miento?
Es más
grato cantar a los rostros que a las espaldas.
Ella: Aquí tienes
mi espalda, no dirás que no es hermosa.
Aquí tienes
mi espalda, descubierta de pieles.
Ven y
tómame de la cintura.
Córdoba. Medianoche. 22 de Abril.